Las «historias» del palacio Carpegna

En torno al año 1640, el arquitecto bisonés Francesco Borromini (1599-1667) elabora una serie de dibujos para el palacio romano de la familia Carpegna di Scavolino, destinado a servir de residencia al conde Ambrogio Carpegna y a su hermano Ulderico, quien llegaría a ser cardenal bajo el mandato del Papa Urbano VIII Barberini y candidato, a su muerte, al solio pontificio.

El palacio, sede de la Accademia Nazionale di San Luca desde 1934, se ubica en las inmediaciones de la Piazza di Trevi y forma parte de la manzana comprendida entre la otrora Piazza di Cornaro, la Via della Stamperia, la Via del Lavatore y el Vicolo Scavolino. Las intervenciones borrominianas sobre el anterior palacio Vaini (o Eschinardi, según las fuentes), situado en el extremo septentrional de la manzana, se reducen a una discreta ampliación hacia el sur mediante la galería, el patio abierto y la rampa helicoidal que significan el palacio en el plano de Nolli de 1748. El grabado de Piranesi que representa la célebre fontana deja también ver en segundo plano la mole informe del Carpegna. El edificio asoma lateralmente a la escena urbana, como un testimonio tangible, aunque desleído, de propósitos no realizados. Frente al esplendor del monumento, su imagen melancólica, resignada ante la renuncia, es la presencia fantasmática de extintas potencias: las frustradas aspiraciones de los comitentes, a la altura de la pródiga imaginación del artífice, que auspiciarían al unísono su relevancia histórica.


“Las historias del palacio Carpegna,” Varia: revista de la Asociación de historiadores de la Arquitectura y el Urbanismo 3 (2022): 6-31.

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